viernes, 19 de octubre de 2012

Ecodescubrimientos

Recorrer el laberinto de Sevilla en busca de sorpresas es uno de los placeres que recomiendo a todo flaneur. Hoy en día, cuando casi todas las avenidas principales de las ciudades parecen aeropuertos con su línea de McDonalds, Starbucks, tiendas famosas de ropa, y las habituales tiendas de souvenirs con sus reclamos al turismo más insulso, perderse por callejuelas y rincones de tu ciudad se convierte en una actividad muy saludable. Hay un mundo subterráneo, oculto, secreto en esta ciudad provinciana, cainita, con sus estampas de mantillas, conventos, peñas deportivas y banderillas, como si fuera una imagen distorsionada en el espejo, el reverso misterioso y subterráneo de la ciudad oficial.
En la vieja Sevilla, cualquier esquina que se doble es una invitación al asombro, cualquier callejuela nos dirige a un espacio rebosante de vida. Remedando al famoso pintor malagueño, en Sevilla no se busca, se encuentra.
Hoy quiero hablar de lugares donde se ofrece un consumo alternativo, con relaciones de intercambio más justas. Es en estos pequeños espacios donde se plantan las semillas de un mundo más justo, reducido, hecho a escala de las personas y no de los oscuros intereses de un mercado global. En una sociedad tan monetarizada como la nuestra, es el dinero el que mide el valor de todas las cosas, y esto genera una separación brutal entre los actos de producción y consumo. Como universos opuestos, el agricultor remueve la tierra mientras nosotros, los consumidores, deambulamos como zombis por las calles del supermercado en busca de buenas ofertas.
En este supermercado global, se proyecta la ilusión de que se es más justo con el consumidor cuando éste tiene que pagar menos. Cada oferta o descuento es un recordatorio de la tierra prometida. De este modo, se nos aliena al omitirnos cómo se ha producido esa mercancía que compra a "buen" precio: separando unos zapatos de la mano de obra semiesclava que los ha cosido en cualquier maquila de China o en un sótano mal ventilado de Marruecos, ocultando que ese alimento tiene un conservante o pesticida cancerígeno para facilitar su stock o que gracias a esas verduras traídas a buen precio de Marruecos o de Israel se está arruinando el futuro de muchas familias de aquí y tal vez la propia subsistencia de su comunidad (ya sea local, regional o estatal) al hacerla depender del exterior.

Este viñeta de Quino me gusta porque muestra el sinsentido de esta cadena perversa.


En una sociedad no monetarizada, la mercancía no sólo va unida a su precio, sino a la forma en que se produce, la distribución de las ganancias entre los productores e intermediarios o su valor medioambiental. Estos lugares de los que quiero hablar pretenden volver a invertir las relaciones actuales para poner en su legítimo lugar el valor de la tierra, a los trabajadores que producen la verdadera riqueza, y los espacios que ponen en contacto a los consumidores con los productores (fuera de las trampas de los mercados globales y los grandes intermediarios):

1) Andalucía reverde http://andaluciareverde.wordpress.com/ 
Se trata de una distribuidora de productos que funciona como pequeña tienda. Se encuentra en la plaza del Pelícano, junto a una sede del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). Allí se encuentran productos envasados procedente del trabajo de las cooperativas locales, ya sea Morón, Marinaleda u otros. Encontraréis allí desde las variedades de aceites hasta cervezas elaboradas artesanalmente. Cuando digo artesanalmente, me refiero a que en el proceso de elaboración pueden salir siete u ocho botellines de cerveza. Vamos, como las que cualquiera se bebe en una hora.
El horario del local es de 7 a 11 de la noche, ya que lo llevan voluntarios del SAT y no producen ganancias apenas salvo para los propios productores. Pero ir a esa hora es también una oportunidad para tomarse un vino o cerveza en el local a la vez que se conoce este tipo de iniciativas solidarias.
Además, Andalucía Reverde también distribuye cestas de productos ecológicos cada dos semanas. Cada cesta vale 20 eurapios y trae pan, fruta, verduras y hortalizas ecológicas que vienen de huertas de la zona. Te la acercan a casa por 5 euros más o te llegas tú a por ella al local

2) El Obrador de Pasta http://www.elobradordepasta.com/index.htm
Se trata de un obrador de pan, pasta y pasteles ecológicos que se encuentra dentro de un "espacio compartido", que no es más que un gran local que usan varias personas en régimen de cooperativa. El obrador está en la misma puerta y se ve desde la calle. Elaboran pan, pasta y pasteles a diario. El pan, si lo compras en el obrador, sale a 3 euros y pico 650 gr. La pasta fresca la venden al peso y la tienen rellena (tortellini) o simple (tallarines). Las tartas que hemos visto tenían muy buena pinta, y costaba cada porción 3,50 las muy elaboradas y 2,50 la de tarta de queso. Se ve que distribuyen pan a otras panaderías, pero si los compras ahí te salen más caros que comprándolos en el mismo obradror. Está en el  Pasaje Mallol 22, junto a la Plaza del Pelícano.

3) La Ortiga http://www.laortiga.com/ 
Esta cooperativa de consumidores de productos ecológicos tiene dos tiendas en Sevilla, en la C/ Cristo del Buen Fin y la otra en Sevilla Este. Nació con un grupo de personas interesadas en la producción y consumo ecológico y en el desarrollo rural y sostenible. Ahora son más de 600 socios que como tales pueden formar parte de la organización, asistir a las asambleas donde se deciden todos los aspectos de la asociación, de las relaciones con los productores, y las visitas periódicas a las fincas o huertas de nuevos productores. Además, permite beneficiarse de un pequeño descuento en las tiendas. La Ortiga también está presente en mercados ecológicos como el que hay en la Alameda de Hércules el segundo sábado de cada mes.


4) Das Brot http://www.das-brot.net/html/spanisch/service-sp.html
A pocos metros de la Plaza de El Pumarejo, en la Calle San Luis se encuentra esta pequeña panadería y pastelería de productos alemanes elaborados de forma artesanal y ecológico. Venden pan del día y también del día anterior a mejor precio (tengan un buen cuchillo en casa para cortarlo en este caso), y su repostería es exquisita (la tarta de zanahoria, o la de semillas de amapola son recomendables).
Por último, si no van muy tarde puede que le queden algunos suculentos croissants para disfrutarlos con el café de la tarde. De esos croissants con su exquisito olor a mantequilla y sus doradas capas plegadas que contiene, nada que ver con esa cavidad hueca e insípida que venden en otros establecimientos.
Ahora os preguntaréis, ¿El croissant no es francés? ¿o turco? Pues no, pese a tratarse del desayuno típico del francés, el croissant es de origen austríaco, nacido como una venganza de los panaderos austríacos contra los otomanos que a finales del siglo XVII atacaron las murallas de Viena. Esta hermosa tarde otoñal sevillana hemos podido degustarlos en casa (de Das Brot, como no) y lo hemos celebrado confiando en que algún buen día nuestros panaderos elaboren una bollería parecida cuando logremos expulsar a todos los invasores y opresores de hoy.


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